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lunes, 17 de septiembre de 2012

5. Delhi Belly





Nueva Delhi es una ciudad que tiene alrededor de 19 millones de habitantes de los cuales unos 3 millones son transhumantes urbanos, es decir que no tienen domicilio fijo y se van desplazando en la medida en que van encontrando un lugar en donde dormir o en donde puedan obtener algún tipo de sustento. En otras palabras, viven en la calle, más precisamente en el sitio en donde desarrollan su actividad comercial. A manera de ejemplo, cerca de mi apartamento hay un vendedor de flores que vive allí, en la parte de atrás de su estante de flores bajo una carpa y no tiene acceso a servicios sanitarios. La ventaja es que uno puede comprar flores a cualquier hora, y como él, creo que la señora que plancha vive en las mismas condiciones pero de alguna manera la ropa siempre me la devuelven impecable.

Todo este preámbulo para que entiendan un poco el problema de sanidad pública que hay en la India. Aquí existen 600 millones de personas, es decir prácticamente la mitad de la población total, que no tienen a acceso a servicios sanitarios y por tanto hacen sus necesidades al aire libre con todas las implicaciones que esto puede tener. 
Por supuesto, en Delhi el agua está lejos de ser potable y hay que tener un gran cuidado con toda la comida. Con decirles que no recomiendan ni siquiera darle agua de la llave a Cookie, nuestra perra. Es así como, comer en la calle puede ser un peligro casi mortal para cualquier occidental y eso incluye a un gran número de restaurantes que por su fachada aparentan ser bastante limpios pero en el fondo no lo son. Se puede correr el riesgo de comprar comida en tiendas callejeras siempre y cuando esta haya sido acabada de preparar y cocinada a alta temperatura porque de lo contrario es mejor no aventurarse.

Filtro de agua que como pueden apreciar,
no fue diseñado por Steve Jobs..
Las frutas y verduras que se compran se lavan con permanganato de potasio (no se sabe qué es peor si el mugre o el desinfectante…) y uno se puede gastar horas enteras en esa labor. Incluso las frutas a las que se les quita la cáscara deben ser desinfectadas pues por el simple hecho de cortarlas se pueden contaminar con el cuchillo (y de verdad no estoy exagerando). Para tomar agua mucha gente opta por comprarla embotellada y hace poco supe de alguien que después de mucho investigar escogió una marca en especial que parecía ser la mejor. Sin embargo en estos días encontró cucarachas flotando dentro de algunas de las botellas, así que ni pagando más uno puede estar seguro.

La otra opción es tomar agua filtrada pues en las casas hay instalados unos filtros especiales que al parecer purifican el agua con un sistema de ósmosis inversa (no me pregunten qué significa eso) pero el todo es que esa es el agua que tomamos, con la que nos lavamos los dientes, con la que cocinamos y hasta ahora no nos hemos enfermado....

Bueno con excepción de un día cuando apenas llevábamos una semana aquí. El problema es que además de tener cuidado con la higiene, la comida india es muy condimentada y nuestros estómagos no están preparados para eso. Ya nos habían advertido que no debíamos comer dos veces en un mismo día comida india pero sin darnos cuenta hicimos caso omiso a esa recomendación. Al día siguiente amanecimos sintiéndonos un poco mal pero no lo suficiente como para quedarnos en la casa, así que nos fuimos a un sitio que nos habían recomendado para comprar celulares, que valga la pena mencionar aquí son absolutamente necesarios para toda la familia. Por supuesto los niños estaban muy contentos pues por primera vez tendrían ese aparato que tanto habían añorado y que nosotros les habíamos negado en varias oportunidades.
Mi primer encuentro con un elefante en la calle 

Llegamos entonces a un sitio parecido al San Andresito de Maicao (for my English speaking readers, that’s a street market in a very hot Colombian city) pero con más basura tirada en las calles y con perros callejeros, vacas y en fin varios tipos de animales que no vi pero que supongo que rondan el lugar. Estando allí de pronto me di cuenta que Gaetan había salido del almacén, estaba sentado en un andén más pálido que un queso campesino, y al acercarme me dijo que necesitaba urgentemente un baño.  Así que me devolví al almacén que era bastante limpio, pensando de manera optimista que allí tendrían un baño. Pero la respuesta fue que lo único disponible era el baño público que estaba afuera. Regresé a darle la noticia a Gaetan, le dí los Kleenex que llevaba en la cartera y él sin otra opción se dirigió hacia allá. A su regreso, ya con colores en la cara, me dijo que el sitio no era tan malo. En ese momento yo ya estaba comenzando a sentirme mal así que me fui a una tienda a comprar más Kleenex y asumiendo  que los estándares de limpieza de un baño para un hombre son mucho más bajos que para una mujer, me armé de valor y me fui para el baño público. Para mi gran sorpresa el baño, que en realidad era un baño turco, estaba limpio e incluso tenía agua corriente. Después de esa experiencia hemos seguido siendo bastante cuidadosos pero la gente que ya lleva más tiempo aquí nos ha dicho que nadie se escapa y por eso la enfermedad la han denominado Delhi Belly.

Termino mi historia con algunas cifras pues hace poco conocí al Embajador de Colombia y me contó que en todo el país hay registrados apenas unos 200 colombianos de los cuales solo 30 están en Nueva Delhi. Somos muy pocos los que llegamos hasta estas lejanas tierras y por eso he querido compartir esta aventura con todos ustedes.