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A 5,300 mt de altura |
El
tercer día de nuestra marcha por el Himalaya caminamos unas 5 horas desde el
pequeño caserío de Markha hacia un sitio denominado Thachugtse, y ahí si era
realmente como el camino hacia las dos torres en el Señor de los Anillos.
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Markha, un caserío en medio de la nada |
Atravesamos un paisaje esplendoroso de montañas escarpadas y vimos
las ruinas de un castillo y de un fuerte que según nos contó el guía, tenían como
mil años y fueron construidos al filo de una montaña ya que esa zona era el paso
de invasores que venían del Norte (sobre todo los Mogoles).
Después
de una dura subida llegamos al campamento que estaba en un valle a
4,200 metros de altura.
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Como en El Señor de los Anillos |
Ya en ese momento sentíamos el peso de la altura y el andar se
hacía mucho más lento, así que allí decidimos quedarnos dos noches para retomar
fuerzas y poder seguir subiendo hasta la que sería la cima de nuestra caminata.
Aprovechamos el descanso para lavarnos un poco mejor pues después de las
juagaditas mañaneras ya comenzábamos a sentir los olores…
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El paisaje era espectacular |
Fue un día de paisaje
y lectura, y para los niños de varias rondas de monopolio. A esa altura ya las
noches eran bastante frías y cada vez dormíamos con más cosas encima, pero lo
más duro estaba por llegar. Subimos primero hasta 4,800 metros a un sitio
llamado Nimaling y allí por primera vez la temperatura en la noche estuvo bajo
cero. El agua que dejamos afuera amaneció congelada y nosotros logramos soportar el frío, pero fue allí donde me di cuenta de que los años no vienen en vano. Thomas inclusive se quejó de calor pues era capaz de dormir completamente metido dentro del sleeping bag mientras que Gaetan y yo parecíamos un par de esquimales hibernando, pero teníamos que sacar la nariz para poder respirar y así el frío se nos colaba por entre la ropa. Y para rematar, ese frío combinado con el medicamento que tomábamos para el mal de altura actuaban como diurético y por tanto me tenía que levantar en la noche al baño y se imaginarán que eso era toda una pesadilla....
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Kang Yatze a 6,400 mt |
En el
campamento en donde estábamos podíamos ver el pico más alto de la zona llamado
Kang Yatze que está a 6,400 metros, el más alto que yo haya jamás visto; realmente impresionante.
En el camino vimos pastores con sus rebaños de cabras,
marmotas, ovejas azules (que en realidad no son azules) y Dzos, una mezcla de
Yak y vaca. Todo parecía sacado como de una de esas películas que uno ve sobre
el Tibet, con la diferencia de que todo era real; algo absolutamente exótico para mi.
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Dzo (mezcla entre Yak y vaca) |
Al día
siguiente iniciamos la subida hacia el paso que debíamos atravesar; el Gongmaru
La, a 5,260 metros (aunque el GPS marcó 5293).
Fue una subida dura pero
afortunadamente mi estado físico estaba mejor de lo previsto. Gaetan y yo
fuimos los primeros adultos en llegar, aunque para nuestra gran desilusión
cuando coronamos la cima encontramos al cocinero, al que no vimos en qué
momento nos pasó, sentado sobre una piedra y fumándose un cigarrillo tan fresco
como si acabara de salir de su casa.
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El cocinero fumando a 5,300 mt |
Estábamos felices de ese logro y tomamos
montones de fotos pues sinceramente no creo que tenga muchas otras
oportunidades de subir hasta esa altura, pero no me imaginaba que lo más duro estaba
por venir.
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La subida fue dura |
Es así como me di cuenta de que no solo basta con tener buen estado
físico, sino que también es necesario tener “buenas piernas” ya que nos esperaba
un descenso de 1,300 metros para alcanzar el próximo campamento situado en
Chuskyurmo a 4,000 metros.
El descenso fue durísimo para mis muslos y mis
pantorrillas aunque para mi sorpresa las rodillas aguantaron bien. A la mitad
del camino había un riachuelo congelado y en vez de seguir por la orilla, que
era un camino bastante escarpado, nuestro guía nos llevó deslizándonos sobre el
hielo.
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Todos felices de coronar la cima |
Para los niños fue súper divertido y yo, aunque lo disfruté, sentía que
mis piernas debido al cansancio, ya no soportaban con seguridad mi peso al
resbalar. Pero bueno, llegamos felices y descansamos en nuestro último
campamento en el que había una especie de tiendita en la que nos habría
encantado tomarnos una cerveza o un vino para celebrar pero la dicha no
alcanzaba para tanto. Era un lugar hecho con carpa de tela de paracaídas y vendían algunas gaseosas y té pero obviamente en esa zona no es posible encontrar alcohol.
Al día
siguiente después de caminar unas dos horas regresamos a la ciudad de Leh y
tuvimos la oportunidad de parar en el camino en un monasterio budista. Thikse se encuentra sobre una colina desde la que se aprecia la grandeza del Himalaya
y su interior se está hermosamente decorado con altares y galerías, y entre sus
particularidades hay una estatua de Maitreya (el futuro Buda) de 15 metros de altura.
Allí además de apreciar la arquitectura del lugar, aprendimos un poco sobre el
Budismo, que para mi gusto profesa una
de las mejores filosofías de vida, basada en una serie de preceptos o guías
éticas que giran entorno al respeto de uno mismo y de los demás.
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En el monasterio de Thikse |
Vimos a unos
pequeños niños vestidos de monjes y nos contaron que ingresan al monasterio
desde los 8 años y casi no vuelven a ver a sus familias para dedicarse a
estudiar y meditar llevando una vida tan sencilla que solo tienen derecho a
tener ocho pertenencias.
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Estatua de 15 mt de altura |
Aprendimos también que todas esas ruedas de plegaria
(prayer wheels) que vimos en los templos durante toda la caminata, tienen
escrito sobre su superficie exterior una serie de plegarias o mantras y el
hacerlas girar tiene el mismo efecto que si uno recitara las plegarias. Así que
se puede decir que fue una caminata durante la cual, además de hacer ejercicio,
oramos muchísimo… Igualmente nos contaron que las banderitas que vimos colgadas
en muchos sitios durante nuestro recorrido, tienen inscrito un mantra y cuando
sopla el viento esa plegaria se esparce y envía los buenos deseos sobre los
alrededores, así que para rematar también quedamos bendecidos.
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Pequeños monjes aprendices |
Finalmente regresamos al hotel y después de un buen baño
aprovechamos para comprar Pashminas y otras cosas típicas de la región y fue en
ese momento que sentí el efecto de la bajada del día anterior. Mis piernas
estaban muy adoloridas y con gran dificultad lograba bajar escalones, pero para
mi consuelo no era la única en esa condición. Al
final de la tarde quisimos ir a un bar para poder finalmente celebrar el final
del paseo, pero precisamente ese día era un día en el que alcohol estaba
prohibido, y sin embargo, como en la India todo es posible, encontramos un
lugar en donde aceptaron vendernos unas cervezas. El mesero se nos acercaba con
la lata escondida en su chaqueta y luego nos pedía que tapáramos los vasos con
una servilleta y nos sentíamos como si estuviéramos haciendo algo muy malo pero
con mayor razón disfrutamos aún más esos tragos.
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El viento esparce las plegarias inscritas en las banderas |
Al día
siguiente tomamos un vuelo temprano y regresamos al calor de Delhi para
preparar nuestro viaje a Colombia y poder compartir con la familia todas esas
aventuras vividas hasta ese momento en la India.