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miércoles, 28 de noviembre de 2012

9. La feria de los camellos



Este fin de semana nos fuimos a ver un acontecimiento que ocurre una vez al año. La feria de los camellos en un pueblo que se llama Pushkar, en la zona desértica llamada Rajastán. Es un evento durante el cual miles de personas vienen de todos los pueblos aledaños a comprar o vender camellos, reses y cabras, y simultáneamente hay ventas de comidas, souvenirs objetos para el hogar y textiles que los peregrinos traen desde sus pueblos. 

Se estima que unas 300,000 personas se reúnen en ese lugar y unos 20,000 animales son comercializados. Adicionalmente tiene lugar un festival religioso que se hace alrededor de un lago sagrado al que la gente acude a orar y bañarse para purificar el espíritu.
Venta de todo tipo de objetos
Fue nuestro primer viaje en tren y realmente la experiencia fue bastante positiva. El viaje fue largo; 6 horas, pero los trenes son bastante cómodos y relativamente rápidos si se comparan con los carros, y además los vagones son suficientemente limpios (recuerden que los estándares de limpieza en este país son muy deficientes…). Llegamos a la conclusión de que definitivamente el tren es un gran medio de transporte, desafortunadamente extinto en Colombia y en eso la India si nos lleva una gran ventaja. Lo único negativo es la suciedad (por no decir asquerosidad) de las estaciones y por supuesto los baños no se escapan, así que nada de bebidas en el tren.
Bueno llegamos a Rajastán que se encuentra a unos 350 km al sur occidente de Nueva Delhi. Por esta época las noches son bastante frías (alrededor de 7 grados C) y los días cálidos (unos 25 grados C). 
Carpas de lujo
La idea era que nos quedábamos en carpas y en realidad no sabíamos exactamente cómo sería eso, pues si en Europa los baños de los campings son regulares, yo no quería ni pensar lo que sería en la India. Pero para nuestra gran sorpresa eran carpas muy agradables, con camas normales y cada una con su baño privado. Son alojamientos temporales que los hoteles utilizan para poder expandir su capacidad durante la feria, así que las comidas eran en el restaurante del hotel y el servicio era de primera. 
Puros vegetales
Por tratarse de un festival religioso están prohibidos lo productos no vegetarianos y las bebidas alcohólicas (aunque logramos camuflar una que otra botella para podernos tomar un aperitivo en las noches con los amigos con los que fuimos) y después de pasar 3 días comiendo comida India y además vegetariana, al final solo soñábamos con poder comernos un buen pedazo de carne (eso se quedó en sueños pues aquí es casi imposible…).

Una vez instalados en el hotel, nos fuimos para el pueblo al cual se accede en carretas tiradas por camellos, algo que ya de por si era bastante exótico. Al llegar, queda uno maravillado con la explosión de colores, olores, el bullicio, y en fin, la cantidad de objetos que se comercializan.

Pero obviamente lo más sensacional era ver los miles de camellos esperando para intercambiar de dueño. El precio de un buen camello es un poco más de US$1000 y todas esas transacciones se hacen en efectivo.

Los "taxis" locales
Al día siguiente volvimos al pueblo con un guía que nos explicaba los diferentes acontecimientos. El festival estaba en pleno apogeo con desfiles de gente vestida con todo tipo de atuendos, música, flores y cánticos. Terminamos con la visita al lago sagrado, pero Gaetan y yo no quisimos asistir a la ceremonia en donde a uno lo bendicen así que tal vez no seremos cobijados por la gracia divina…
Es como transportarse a otro planeta en donde todo ocurre a un ritmo completamente diferente. Al atardecer hicimos el paseo en camello, y a pesar de que nos llevaban a cabestro, fue muy agradable porque a esa altura uno puede divisar mejor el paisaje y además ni los mendigos ni los vendedores ambulantes alcanzan a acceder hasta arriba para tratar de ofrecernos toda clase de baratijas.

El último día decidimos irnos temprano a otra ciudad llamada Ajmer para visitar una tumba de un santo Musulmán que es un lugar importante de peregrinación. Era interesante hacer la visita dado el contraste entre Pushkar, en donde la mayoría de la gente es Hinduista, con una ciudad a solo 11 km en donde la mayoría es musulmana. El carro nos dejó a cierta distancia del centro y aunque nos habían advertido que era mejor que no fuéramos por el tumulto que íbamos a encontrar, decidimos aventurarnos pues ya habíamos visto la multitud en Pushkar y no creímos que fuera muy diferente. Tomamos entonces unas carretas tiradas por caballos que nos dejaron a unos 200 metros del templo y fue una travesía realmente difícil. 

Éramos los únicos occidentales en ese sitio que estaba lleno de mendigos con deformidades pidiendo plata y era realmente complicado avanzar. 
Al llegar al templo teníamos que dejar los zapatos a la entrada pero como ya estamos curtidos en la materia, ahora cargamos una bolsa con “medias para entrar a los templos” lo que nos evita pisar directamente superficies desagradables durante las visitas.
Camino al templo Musulmán

Estando allá vimos gente orando y haciendo ofrendas en la tumba con flores, dulces y dinero y lógicamente cada 3 metros alguien nos pedía que donáramos y nos pegaban insistentemente con una especie de plumero en la cabeza para reiterar las peticiones. Por fin logramos salir de esa aglomeración y en ese momento escuchamos unos gritos y vimos unos hombres que golpeaban fuertemente a alguien que tal vez había sido sorprendido tratando de robar algo.
Cuando finalmente logramos regresar hasta el carro pudimos respirar de nuevo pues realmente sentíamos que en cualquier momento algo podía pasar y siendo los únicos occidentales allí, podíamos ser el blanco de cualquier ataque y eso era aún más preocupante sabiendo que estábamos en un grupo con 4 niños. Afortunadamente no pasó nada y tal vez no repetiríamos esa aventura pero valió la pena haber vivido eso. Por otra parte la experiencia en la feria de los camellos si fue realmente placentera y tal vez regresemos el próximo año ya con más conocimientos en lo que a la cultura india se refiere.

Por último, como prometí contarles un poco acerca de la celebración de Diwali, quiero terminar mi relato con eso. Fuimos invitados a la casa de un compañero del colegio de Thomas de origen Indio (aunque su familia vivió 18 años en los Estados Unidos) y pudimos ver más de cerca los acontecimientos. Al parecer todas las familias hacen una cena como el equivalente de lo que hacemos nosotros en Navidad y se dan regalos, lo cual implica que tuvimos que darle regalo a todos los empleados y es así como me di cuenta de la cantidad de gente que trabaja o dice trabajar para nosotros. Están por supuesto el chofer y la empleada, a los que se les da un bono equivalente a un mes de sueldo (como en Colombia), el jardinero y el señor que plancha, la señora que limpia las zonas comunes del edificio, los 3 celadores y el que recoge la basura.
La noche de Diwali, las familias se reúnen y entre muchas celebraciones, una de las cosas que hacen es salir a la calle y echar pólvora. En la casa en donde estábamos tenían cientos de fuegos artificiales entre voladores, mariposas, volcanes, totes y avioncitos tal y como era en Colombia hace unos 20 años. Era la oportunidad para que los niños vivieran lo que los colombianos de mi edad vivimos cuando éramos pequeños. Sin embargo, así como sucedía allá, a pesar de que es muy divertido, cada año hay miles de accidentes y como siempre los más perjudicados son los niños porque no hay ningún tipo de control. Para rematar, la ciudad queda llena de humo para sumar un poco más a la polución ya existente. Pero de todas formas, la pasamos muy bien.

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