Llegamos a Nueva Delhi el 30 de julio a
la 1:30 am. El aeropuerto es nuevo, inmenso y muy moderno (será que algún día
lograremos eso en Bogotá??), así que los niños comenzaron a poner en duda el
hecho de que hubiéramos llegado a un país del tercer mundo, pues todo parecía
muy organizado.
Después de pasar sin problema la
inmigración, recogimos nuestro enorme equipaje consistente en siete maletas, dos
maletines de mano y dos morrales, pues sabíamos que durante cerca de dos meses
esas serían nuestras únicas pertenencias disponibles.
Al salir del aeropuerto, por un instante
uno siente que llegó a Eldorado al ver la aglomeración de gente con carteles y
pancartas y el alboroto de grupos enormes esperando la llegada de sus
familiares. Pero no era así; inmediatamente después nos envolvió una ola de
calor. A esas horas de la madrugada hacía 37 grados centígrados y la humedad
era casi del 100%. Mi pelo automáticamente quedó igualito al de Mafalda y desde
ese entonces no ha habido crema, gel, secador o pinza capaz de mejorar mi
apariencia. Así es que me verán de ahora en adelante con el pelo recogido en un
moño…
Afortunadamente entre la muchedumbre
logramos rápidamente localizar al chofer que nos esperaba y pudimos meter todo
en el carro. Salimos hacia el hotel por una avenida de varios carriles,
completamente nueva y bien pavimentada (nada parecido a la 26…), y ya empezábamos a creer que la India era definitivamente un país que, dada su tasa de
crecimiento, ya estaba a punto de salir del grupo de los denominados países
tercermundistas. Sin embargo comenzamos a sospechar que eso no era así al ver
pasar una moto a gran velocidad, con tres pasajeros sin casco, que intentaba
volarse un peaje de la policía.
Para hospedarnos, habíamos encontrado
por internet un hotel que era más bien una casa grande convertida en hospedaje.
Escogimos el lugar al ver que mostraban unas fotos en donde todo se veía muy
bonito y parecía un sitio muy familiar, pero sobre todo, los precios eran más
razonables que las demás opciones, pues en Delhi los hoteles y la vivienda son
absurdamente costosos. Sin embargo, durante el viaje en avión habíamos visto la
película “The Best Exotic Marygold Hotel”(que si no la han visto se las
recomiendo) y comenzamos a sospechar que tal vez las fotos publicadas eran el
resultado de Photoshop y quizás nos esperaba algo terrible.
Afortunadamente al llegar, nos
encontramos con un sitio muy agradable en el que nos esperaba un señor muy
amable que nos indicó que nuestra habitación estaba al fondo del jardín. Le
preguntamos que hasta qué horas servían el desayuno y nos contestó con un
simple “yes” así que volvimos a preguntar, pero la respuesta fue la misma, con
lo cual decidimos que era mejor poner el despertador temprano para no correr el
riego de quedarnos sin desayuno.
Gaetan y yo comenzamos también a pensar
que definitivamente nuestro inglés dejaba mucho que desear, pero ahora que
llevo más días acá, he logrado poder comunicarme un poquito mejor. Sin embargo,
son tantas las cosas que nos han pasado
debido a la cuestión de la barrera del idioma, que tendré que dedicarle un
capítulo entero de mi Blog a ese tema (otra razón más para que me sigan
leyendo…).
Bueno, después de meter con mucha
dificultad todo el equipaje en el cuarto, quedamos completamente sudados pero
felizmente prendimos el aire acondicionado y logramos refrescarnos un poco.
Cuando ya nos disponíamos a dormir y a apagar la televisión, que habíamos
prendido para ver cómo eran los programas y las propagandas en la India, de
repente se fue la luz (y obviamente se apagó el aire acondicionado..) a lo que
yo reaccioné diciéndoles a los niños “Welcome to India”.
A la mañana siguiente supimos que el
daño eléctrico había sido tan grande que 600 millones de personas, es decir 2
veces la población de los Estados Unidos y 13 veces la población de Colombia,
habían quedado sin suministro de energía.
Esta vez si que me hiciste reir, sobre todo con la historia de Mafalda y la luz!
ResponderEliminarPatricia
Está buenísima la crónica. Qué calor!!!!!
ResponderEliminarLuz H